Hace ya más de medio siglo que las ideas de calidad comenzaron a resonar en los oídos de los empresarios alrededor del mundo. Poco a poco se fue haciendo evidente el impacto que un sistema de gestión de calidad tiene en las ventas, en las ganancias de una empresa, en su imagen y en el conjunto de elementos que la identifican.
A genios como Deming o Shewhart les debemos los primeros conceptos de un análisis científico de la calidad: de los primeros en difundir ampliamente la necesidad de incorporar probabilidad y estadística a los sistemas de calidad. Al principio, se trataba solamente de verificar productos terminados, pero eso ha cambiado. Medio siglo después, calidad implica no controlar el producto, sino el proceso, materiales y todo el mundo que rodea nuestra industria.
Claramente, controlar el mundo no es fácil, muchos supervillanos han fracasado en este intento. Pero tenemos la ventaja de contar con herramientas matemáticas que nos permiten estudiar las distintas etapas de un proceso, comprender los problemas que se presentan de manera más amplia y, lo mejor, tenemos herramientas que nos permiten manipular cada etapa anuestro antojo, a fin de obtener los mejores resultados.
¿Y cuáles son las ventajas de controlar el mundo? Interminables. Reduce costos, aumenta su producción, incrementa la satisfacción de sus clientes y de sus empleados. Y todo esto se reduce a un solo objetivo: aumentar las ganancias.
Por ello, es que el control de calidad se ha vuelto una exigencia de la industria actual, no se queden atrás.
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